Los trabajos de la memoria.

Reseña de: Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria

(Fondo de Cultura Económica, 2021, 3ra ed.)

 

Ramón Pajuelo Teves

Instituto de Estudios Peruanos

doi: 10.46476/ra.v4i1.168

 

La reciente publicación de una nueva edición del libro de Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria, es un acontecimiento editorial que no puede pasar desapercibido. Se trata de un libro que puede ser considerado un clásico del pensamiento social latinoamericano de las últimas décadas y, al mismo tiempo, justamente por ello, es un escrito abierto a la posibilidad de nuevas lecturas, preguntas e interpretaciones. Sin duda, gracias a la iniciativa del Fondo de Cultura Económica, es una buena noticia contar, después de dos décadas de su aparición, con una edición pulcra que podemos considerar definitiva.1 Por eso cabe destacar, desde el inicio, que el libro sigue ofreciendo un modelo del ejercicio de la imaginación crítica rigurosa —aquella que enseñó ejemplarmente Wright Mills y que tanto inspiró a la propia Jelin—, como vía para producir conocimiento acorde a la necesidad de renovados debates e interrogantes.

Seguramente, como homenaje a la formación profesional de su autora, el FCE decidió incluir el libro en su colección denominada «Sociología». Cabe anotar, sin embargo, que Los trabajos de la memoria es una obra cuya reflexión y escritura difícilmente pueden encasillarse en una disciplina en particular. Cuando se publicó la primera edición del libro el 2002, fue evidente que el manuscrito no provenía de una reflexión disciplinaria, sino más del intento de ofrecer materiales y herramientas útiles para avanzar —y afianzar— el interés académico, intelectual y público por el tema. Ello suponía traspasar los límites estrictamente académicos y de alguna disciplina en específico, lo cual condujo a la autora a emprender una forma experimental de escritura: el libro se propuso abordar distintas facetas o problemas estrechamente relacionados al campo de las memorias, a manera de puzzle o —como describió la propia Jelin en la introducción— mediante la sucesión de capítulos temáticos que, en vez de ofrecer un orden lineal, permitían adentrar la reflexión, a manera de un espiral de sucesivas «vueltas de tuerca» analíticas.

De ese modo, el lector podía empezar el recorrido mediante una lúcida y cruda descripción de la problemática de las memorias en el mundo contemporáneo, para avanzar —en diálogo permanente con autores imprescindibles en el campo naciente de estudios de memorias, como Maurice Halbwachs, Giorgio Agamben, Dominique LaCapra, Pierre Nora o Paul Ricoeur— mediante el abordaje de un ramillete de temas fundamentales: la conceptualización de las memorias; sus contenidos en tanto luchas políticas; la relación con la historia; el dilema de la construcción de la «verdad» junto al papel del trauma y los testimonios; la relación entre género y memorias; así como las dificultades de la transmisión, herencias o aprendizajes de las memorias. Al realizar este repaso analítico, Jelin hizo eco con diversos debates y aportes recientes —incluyendo trabajos de jóvenes investigadores e investigadoras participantes en el programa de formación que enmarcó la publicación del libro— en torno a las temáticas señaladas. Pero el resultado final fue más bien un arriesgado y valiente ejercicio de teorización, que consiguió colocar nuevos pivotes para el aprendizaje de un campo de estudios de memorias en plena conformación. Cabe resaltar cuatro elementos fundamentales que lúcidamente Jelin supo desplegar mediante una escritura pedagógica, con un tono de síntesis reflejado en la brevedad del libro:

  1. La incorporación de la perspectiva de género en el análisis y comprensión de las memorias.
  2. La consideración del rol de las generaciones en la transmisión e historia social de las memorias.
  3. La elaboración teórica sobre la temporalidad particular de las memorias, en tanto fenómeno distinto a la Historia, que exige el esfuerzo de historizar la memoria, incorporando una perspectiva de larga duración.
  4. El interés por trascender una aproximación académica, destacando la importancia política de recordar y hacer memoria para no repetir el pasado de horror.

Una década después de la primera edición del libro, esto último fue enfatizado por la propia Jelin, al destacar en referencia al trabajo de Carlos Iván Degregori, la importancia del diálogo entre la investigación y el compromiso, como fuente para:

[...] un trabajo de investigación riguroso que se alimenta de las preguntas que surgen del compromiso sociopolítico. El campo académico o intelectual vinculado a los temas de memoria forma parte de las luchas políticas.2

El señalamiento claro del contenido político del campo de estudios de memorias y los trabajos de la memoria, se entiende en relación al énfasis puesto por Jelin acerca de su rol en el ámbito de lo público. Es decir, en el espacio político público que, según resaltó Jurgen Habermas, conforma el lugar en el cual puede ser posible la igualdad democrática, así como la construcción efectiva de ciudadanía.3 Justamente, en la edición del libro que acaba de salir a luz, Jelin incluye un nuevo prólogo en el cual enfatiza el papel fundamental de las memorias en las luchas por la construcción de lo público como espacio político democrático. Los trabajos de la memoria, implican entonces un compromiso que no se limita a una etiqueta política circunstancial, sino que conduce a asumir un compromiso cívico ciudadano, dirigido a ensanchar las posibilidades de construcción democrática:

[...] la construcción de una cultura amplia de ciudadanía que asuma la historia y la memoria como propias no resulta fácil... El desafío histórico, por lo tanto, reside en el proceso de construcción de un compromiso cívico con el pasado que sea más democrático y más inclusivo.4

Asumir dicho compromiso, sin embargo, implica también fijar algunos límites. Al respecto, Jelin elabora muy bien en el libro la idea del riesgo implicado en lo que, retomando la sugerencia de Todorov5, denomina como «abusos de la memoria»: el uso interesado del pasado por parte de actores que buscan —a través de la imposición del silencio o, por el contrario, mediante la difusión de un relato ad hoc— alcanzar sus fines particulares. Por ello, resultan claves dos cosas: asumir conscientemente el horizonte de un compromiso cívico con lo ciudadano y lo público democrático, y la tarea de desmontar cuidadosa y rigurosamente el carácter socialmente construido de las memorias.

Dos décadas después de su aparición, Los trabajos de la memoria sigue siendo un libro fundamental para esa agenda. Sus páginas continúan contribuyendo a iluminar pistas esenciales para el trabajo intelectual y militante en torno a las memorias. A pesar del enorme desarrollo sobre el tema, continúan ofreciendo herramientas y materiales primordiales.

Cabe recordar, que la edición primigenia de Los trabajos de la memoria no respondió a la necesidad de difundir los resultados de una investigación culminada, sino más bien al afán de acompañar un proceso de formación de futuros investigadores e investigadoras, a través del «Proyecto Memoria» que contó con el decisivo auspicio del Social Science Research Council (SSRC). Como anota Jelin:

El libro fue el resultado personal de la búsqueda de un marco conceptual para pensar e interpretar las luchas sociales por las memorias, por el sentido de ese pasado reciente de dictadura, violencia política y represión estatal de los años setenta en distintos países; un marco que permitiera incorporar una mirada de más largo plazo, tanto retrospectiva como proyectándose al futuro.6

Como señalaba al comienzo, el libro no puede ser leído como un producto estrictamente académico o disciplinario. Es más bien un escrito que no solo consiguió desbordar los límites de las disciplinas académicas de las ciencias sociales, sino que contribuyó de manera sustancial a la expansión de un campo de investigación y acción pública en torno al tema de la memoria o, más precisamente, de las memorias. Es necesario el plural, porque justamente Jelin consiguió elaborar un enfoque que convoca a la labor de historizar el estudio y comprensión de las memorias, entendidas como fenómenos sociales que expresan las formas cambiantes de crear sentidos en torno al pasado.

Se trata de fenómenos sumamente complejos, en la medida que expresan distintas maneras de posicionarse desde el presente respecto al pasado, con una clara proyección hacia el futuro. En ese sentido, como resalta reiteradamente la autora en diversos momentos del libro, siempre las memorias revelan distintas formas, condiciones y posibilidades de buscar saldar cuentas con el pasado. No para resolver o proponer una solución definitiva en torno al modo de influjo del pasado sobre el presente y el futuro (lo cual es imposible), sino más bien como momento particular de establecer sentidos o formas de comprensión de dicha vinculación. Este es un aspecto que muestra bien el contenido político que resulta esencial en las memorias, pues se proyectan al ámbito de lo público, disputando desde allí las maneras de entender, pero también de actuar desde el presente respecto al pasado. Por ello, las memorias se guían en gran medida por las diversas expectativas respecto al futuro.

De otro lado, las memorias no surgen automáticamente, sino que provienen más bien de una sumatoria de ingredientes o materiales posibles, entre los cuales (en relación a distintos escenarios y experiencias del pasado, así como a las diversas realidades del presente, que a su vez muestran la influencia de factores estructurales y de otro tipo) Jelin atinó en destacar el rol de la acción social de los propios actores. Por ello, las memorias resultan construidas socialmente, antes que heredadas pasivamente. Más que un legado inmemorial de un pasado muerto, son creaciones situadas que expresan en gran medida las posibilidades de acción de los «emprendedores de la memoria»: aquellas personas y colectividades de carne y hueso, que emprenden desde su presente la tarea difícil de reinterpretar, comprender y narrar el pasado (sea reciente o lejano, trátese o no de un pasado traumático) con el fin de poder vislumbrar el porvenir. De allí la idea pedagógica y a la vez analíticamente fértil que otorga título al libro: que las memorias, al fin y al cabo, son resultado de los trabajos de la memoria. La idea de trabajo, en este caso, quiere decir construcción, creación, apropiación y, por supuesto, lucha o disputa. Así, las memorias resultan ser intentos temporales y, en ese sentido, históricamente variables de construir y procesar los recuerdos, olvidos y silencios mediante los cuales se comprende (se construye subjetivamente) el pasado. La temporalidad de las memorias, así como su alcance social, en términos del arraigo que logran tener entre distintos grupos o sectores en la sociedad, no responden a fórmulas preestablecidas, sino que se van definiendo como parte de las trayectorias específicas de los trabajos de memoria.7

Dos décadas después de la aparición de Los trabajos de la memoria, aún hay mucho camino por recorrer. Especialmente en América Latina, región donde el libro salió a luz y en torno a cuya historia despliega sus preocupaciones fundamentales. La trayectoria política visible en diversos países durante el presente siglo —sea por el agotamiento del denominado progresismo, incluyendo la deriva autoritaria en países como Nicaragua o Venezuela, o bien por el entrampe cada vez más evidente del predominio neoliberal, incluyendo casos como el de Perú, en que se aprecia un severo retroceso democrático vinculado a una fuerte descomposición política— plantea nuevos desafíos e interrogantes que abordar, a través del mirador desafiante de los procesos y luchas en torno a las memorias. De modo que la flamante edición comentada en estas páginas, no solo llega en el momento propicio, sino que vuelve a colocar en el escenario público una perspectiva imprescindible para insistir en un sentido democrático de futuro, afincado en los aprendizajes del pasado.


1. La primera edición del libro fue realizada por Siglo XXI Editores y el SSRC el año 2002. La segunda edición fue realizada por el Instituto de Estudios Peruanos el 2012. Dicha segunda edición contó con un prólogo que lamentablemente no se reproduce en la tercera edición que comentamos.

2. Véase: Elizabeth Jelin, «Revisitando el campo de las memorias: un nuevo prólogo», en Los trabajos de la memoria. Lima, IEP, 2012, 2da ed., p. 17.

3. Jurgen Habermas, Facticidad y validez: sobre el Derecho y el Estado democrático de Derecho en términos de la teoría del discurso. Madrid: Editorial Trotta, 2010.

4. Elizabeth Jelin, «A casi dos décadas, una nueva reflexión», en Los trabajos de la memoria. Buenos Aires, FCE, 2021, p. 19.

5. Tzvetan Todorov, Los abusos de la memoria. Barcelona: Paidós, 2000.

6. Elizabeth Jelin, «A casi dos décadas, una nueva reflexión». Op. cit, p. 8.

7. En el prólogo a la 2da edición del libro, Jelin señaló sin ambages lo siguiente: «las cuentas con el pasado quedan abiertas porque hay crímenes y daños que no pueden ser reparados y todo intento de resolución está condenado al fracaso. Quizá, lo específico de la memoria es que sea abierta, sujeta siempre a debates sin líneas finales, constantemente en proceso de revisión». Elizabeth Jelin, «Revisitando el campo de las memorias: un nuevo prólogo». Op. cit, p. 17.